lunes, 25 de julio de 2011

Por la boca muere el pez...

Todos somos valientes hasta que llega el día en que dejamos de serlo. Cuando tus manos, tu boca y tu voz dejan de pertenecerte a ti y se las das por completo a alguien cada día es un reto, un dulce reto que atenaza tu cuerpo. Tienes miedo. Yo ya no ser sin ti, y eso me da auténtico pavor. ¿Cómo has conseguido que una persona que siempre ha pisado el suelo deba esforzarse ahora por bajarse de las nubes? Yo sé cómo, hubiera bastado con que no me besaras, con que no me miraras así, con que tu manos no me hubiesen hecho subir al séptimo cielo y con que tu boca no me hubiera hecho creer que tengo derecho a ser feliz. Hubiera bastado con que no te hubiera conocido, pero ya es tarde. Ya es tarde porque ahora que te conozco, no sé querer otra cosa que no empiece en tus labios y termine en tus brazos. Porque no tengo otro hogar que tu cuerpo y otro fin que tu felicidad. Sólo me frenas tú. Sólo me aceleras tú. El resto no cuenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario