domingo, 21 de agosto de 2011

VeintiunoDeAgostoDeMilNovecientosNoventaYDos.


Hubo un día, un día en el que conocí a una princesa. Pensaba que sólo estaban en los cuentos. Si todo el mundo sabe que no hay principes azules... ¿por qué esperar que las princesas existan?. Pero allí estaba ella. Inundaba con la sonrisa toda la habitación. No era poca la gente que se movía a su alrededor, ajenos a la excepcionalidad de lo que tenían delante, pero a pesar de ello, no podías eludir que ella estaba allí. El resto se difuminaba. Una melena larga y un flequillo con el que proteger la pureza de sus ojos hacían de aquella muchacha una chica normal, ocultando bajo unos leggins y una blusa el material del que está hecho una princesa. Siempre quise ser una y no pude más que acercarme a escuchar. Fue entonces cuando supe que no lo averiguaría mirando, oyendo o estando cerca. Es algo que está mucho más abajo de la piel, mucho más lejos del alcance de la mano. El secreto de aquella princesa estaba en su corazón, era el más frágil, bonito y bueno que una mujer puede llegar a desear tener. Algo imposible. Las mujeres normales podemos vestirnos de princesas, pero mujeres nos quedamos. Ella era una princesa. Desde entonces doy gracias por tenerla cerca, por poner la mano sobre su pecho y mirar en el fondo de sus ojos cuando soy la peor de las mujeres, o mejor dicho, la más mujer de las mujeres. Porque no hay que ver ni tocar, ni tan siquiera hablar. Sólo hay que sentir, y cuando os encontréis con una princesa lo sabréis. Yo a ella la siento conmigo. La llevo conmigo para encontrar la pureza que los demás no tenemos, la llevo conmigo para cuidarla y mimarla como las princesas de los cuentos. La llevo conmigo, porque mirad si es buena y bonita esta princesa que no tiene un Hada Madrina, tiene dos. Y la quieren por encima de los finales felices, de los personajes de cuento y de los guiones de peliculas. La quieren sólo a ella, sólo por ser ella. Porque yo no quiero príncipes, yo ya tengo a mi princesa. Feliz Cumpleaños Belén Picazo.

Duérmete para despertar.


Quitate la ropa. Túmbate y cierra los ojos, relaja tu cuerpo y deshaz la tensión de tus hombros. Has cargado peso que no era tuyo. La luz está apagada y sólo te acompañan tu esencia y tu conciencia. Respira ligero y suspira desde lo más profundo. No pesáis nada. Estás tranquila, eres tú. No tienes que ser lo que los demás quieren. No finges ni temes. Alguien ha empezado a quererte, y esa eres tú misma. Ahora sueña, vuelves a tener alas y son más bonitas que nunca. Aún amas, pero ya no duele.

viernes, 12 de agosto de 2011

Como nunca antes...

Estoy recuperando un millón de sensaciones que deberían alejarme de ti y no hacen más que conseguir que te tenga más presente. Estoy sola, estoy en mi habitación y estoy frente a un folio en blanco... tres cosas que hace mucho que no experimentaba, que me llevan al pasado, a la que era antes de conocerte, y que no consiguen que te deje atrás. Pero no es sólo eso, a lo largo de esta semana apenas he podido ver que sonrieras al verme, ni siquiera me has acostado con mensajes cariñosos y casi no hemos rozado nuestras manos. Mil historias han llamado a mi puerta prometiéndome mil cosas que no me importa si eran de verdad o no, porque esta misma mano que no has rozado ha cerrado todas ellas con cuatro llaves y las ha tirado al mar.

 ¿Sabes? No creo que seas consciente de lo que despiertas en mí, o quizá no quieras serlo porque yo no despierte en ti lo mismo, a estas alturas importa poco ya porque lo mio no puedo ni quiero evitarlo, soy de esas que prefiere hundirse a quedarse mojada en la orilla con la sensación de no haber vivido. No me pregunto si esto va a pasar de septiembre o si morirá para entonces, creo que tengo un curso entero para llorar por ello y lo tengo asumido, es algo de lo que no pienso ocuparme ahora. Pero hay ciertas cosas que dentro de toda la confusión que también despiertas en mí que tengo muy claras. No me paro a preguntarme si lo que siento por ti o contigo crecerá, si se me irá de las manos o se me caerá el mundo a los pies cuando no te tenga. Sólo quiero que estés cerca hasta entonces y comprobarlo en mí misma, aprender y madurar con lo que dejes en mí quieras seguir a mi lado haciendo que crezca o no. Pídeme que te olvide, y no podré pero lo aceptaré si eso te hace feliz. Pídeme que te quiera y perderás el tiempo, porque ya lo hago. Pero no me pidas que te quiera a medias, porque te quiero sin querer y eso es algo que escapa a mi voluntad, que siempre ha prescindido de ese verbo.


He deseado muchisimas veces ser la chica más normal del mundo, no tener sueños, ni inquietudes y tener una vida estable que ofrecer a quien me pueda llegar a querer. Pero no soy esa chica y pocas veces lo he lamentado tanto como ahora. Sé que no resulto fácil de querer y que probablemente nadie lo hará nunca por todas las complicaciones que ello conlleva. Soy un puñado de huesos adornados por un culo de colombiana que no para, una cría que volvería loco a cualquiera con sus reflexiones en voz alta, sus idas de olla o su manera de comprender o no comprender el mundo. Pero no una chica normal. Sólo me acerco a sentirme así cuando estoy contigo, cuando me miras como si no hubiera ninguna otra capaz de hacerte sentir esas cosas, cuando me tocas como si fuera la más bonita del mundo o cuando me sonríes como si me garantizaras que nunca vas a dejar de hacerlo. Aunque no sea cierto, es el regalo más bonito que me han hecho nunca. Mi futuro está en Madrid, pero ahora estoy aquí y estoy sólo para ti. No me dejes de lado tan pronto, no quieras más al miedo que a todo lo que aún podemos experimentar juntos. Porque si algo he aprendido desde que estoy fuera es que el tiempo puede convertirse en el peor de tus enemigos si no lo comprendes, pero que puede dejarte momentos maravillosos si aprendes a aprovecharlo. No hay nada como estar lejos de lo que quieres para aprender a valorarlo, y ahora sé que cada minuto es importante, que cada detalle cuenta y que cada esfuerzo se ve recompensado. Me da igual la tele, me da igual la rutina, me dan igual todas las complicaciones que el día me calce... si ese día ha merecido la pena es un día que te ha dado el tiempo y no un día más de los que suele robarnos el resto de nuestras vidas. Tú haces que esos días merezcan la pena, y ya lo dice Luis Fonsi, quiero amarte hoy, por si no hay mañana. Me parece justo, déjame ser yo... déjame tirarme cuesta abajo sin frenos, de otro modo me matas. Tú está claro que puedes y podrás vivir sin mí, y yo que ahora mismo no sé hacerlo sin ti, lo más justo sería que me dejaras llevarme esos momentos conmigo. Asumo y firmo en esta carta todos los riesgos que conlleva quererte, pero no me ates... me hago responsable de los daños en mí y prometo evitar los tuyos.

 Dijiste que te gustaba mi voz, y te la di... fue humillante, pero te la di. Mi cuerpo no hay duda que para mi desgracia ya sólo te pertenece a ti y eso sí que se escapa de mis manos. Y siempre quisiste mis palabras y aquí las tienes. Son las que me alejan de ti, escribir así ha hecho que esté en Madrid. Son como tú, odio escribir bien, odio quererte tanto. Pero sois dos de las cosas que dais sentido a mi existencia.


“Para tu tranquilidad me tienes en tus manos, para mi debilidad el único eres tú...”



viernes, 5 de agosto de 2011

Hay que ser más hombre...

Por mis cojones que son las últimas lagrimas, que es la última humillación, que es la última noche que te doy. Por mis cojones. Hay cosas que una ya sabe de antemano pero que se niega a aceptar. Ahora ya sé que no me gusta la persona de la que me he enamorado y que no quiero estar con ella, pero no sé cómo dejarla por la simple razón de que la necesito para respirar. Hay pocas cosas que odie tanto como quererte, porque tú no sabes hacerlo. No sabes que para hacer temblar de placer a una mujer hay que hacerle sentir que es la única para ti. Desde dentro tú no lo ves, pero hay que ser más hombre para amar a una mujer. Para mí, en mí, se acabó. El resto, me da igual, y la sonrisa, la pintaré en el mismo lugar. Entre tu aparente cariño y tu verdadera faz.

jueves, 4 de agosto de 2011

Ma... drid.

‎Aquella niña con cuerpo de mujer era como Madrid, no pasabas tú por ella, ella pasaba por ti. Podías hacerle daño mientras te dejara anidar en su pecho, más del que puedes imaginar, pero jamás te reirías de ella. Hacía siempre lo que sentía, y no todo el mundo tiene huevos para hacer eso. Pero tú, tú eso ya lo sabes. La dejaste un día, la necesitaste todos los siguientes.