domingo, 4 de diciembre de 2011

Y mi otra mitad... él.

Y aquél domingo el Oviedo llevó a Valdebebas el espíritu de un Tartiere que para mí sonaba lejano...

Recién llegada a casa sólo puedo dar las gracias. Porque en tan sólo un día y junto a ti, he recordado por qué me pasaba los fines de semana pegada a la radio con ocho añitos cuando apenas entendía la dimensión de aquél deporte, de aquellos colores, y aquellas palabras. Ni siquiera sabía qué significaba ser carbayón, pero yo sentía que lo era, y me gustaba. Hasta entonces nada me paralizaba durante más de dos segundos, y un gol en el Tartiere colapsaba mis sentidos. Porque recordé también por qué nos picábamos y apostábamos lacasitos en los clásicos. Por qué disfrútabamos tanto. Porque el fútbol iba a ser también la razón para conocer y querer a la que hoy puedo gritar bien alto que es como una hermana para mí. Porque hoy me he vuelto a dar cuenta que el fútbol lo es todo para mí y la razón es simple; no se trata de una pelota, de veintidós jugadores, de innumerables medios de comunicación o de cientos de discusiones en la barra de un bar. El fútbol son grandes y geniales nombres propios, conocidos o maravillosamente desconocidos, que conforman mi vida. Que se convierten en entrenadores de categorias modestas, en periodistas tan humanos como profesionales, en jugadores que son tan puros como su juego o en aficionados enormes de esfuerzos aún mayores. Grandes y geniales nombres propios que se convierten incluso en tus anhelos, en tu mejor amiga, en tu mejor amigo, o que no son otros que tu padre y tu madre, que siempre han estado ahí. Son cientos de gargantas, miles de palmas o millones de miradas puestas en algo común. Y es que es eso lo bonito, es más lo que nos une de lo que nos separa. Y pienso unirme a ti, para toda la vida. El sentimiento que nos une está claro, es azul.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Crecer, al derecho y al revés.

La vida es pura contradicción: error y acierto a la vez. Sabemos que no todo es blanco o negro, que existen los matices, pero cuando queremos a alguien queremos contar con esa persona en todo, incondicionalmente. Odiamos los extremismos pero aborrecemos las medias tintas porque no llevan a nada, porque no nos convencen... Anoche me di cuenta que tenías razón, piensas las cosas la mitad que yo, pero quizá por eso tengas razón, no sé lo que quiero. Sé cómo lo quiero, sé qué siento a cada instante.... pero lo que quiero no lo sé, es algo tan natural y espontáneo que lo voy averiguando a cada paso que voy dando. Lo que doy no son tumbos, son clases prácticas de lo que a otros que escogen no vivir, les van contando.

Asturias

"Allí estabamos las dos, esperando nuestro turno para pagar. Sostenía un pequeño árbol de Navidad similar al que yo, avergonzada, escondía en mis brazos. Se dio cuenta de que me había quedado mirando su pequeño tesoro y le sonreí. Ella, ruborizada y con los ojos como platos, se giró hacia su madre para decirle: ves mamá, no es pronto para poner el árbol... Vi en aquella niña todo lo que ya no sabía ver en mí; aquello que no consigues poniendo un árbol de Navidad en el salón, aquello con lo que me reencuentro cada vez que me subo a ese autobús: un hogar al que volver sin el que no tiene sentido ir detrás de tus sueños."

miércoles, 26 de octubre de 2011

Dividirte en dos...

Cuando piensas que el día va a acabar sin más, bajas a tomar un café al bar... llegas tarde, tu cita ya no está. Sacas tu portátil y un chico se sienta a tu lado. Trabaja para médicos sin fronteras y si al escucharle le miras directamente a los ojos puedes ver toda la penuria, malnutrición, dolor y barbarie que impregna su alma. Avergonzándote de ti misma, buscas esquivarle mirándo tu taza. Ojalá algún día tuviera el valor para decidirme a hacer lo mismo, piensas.. y luego, cuando se despide porque en 4 horas coge un avión hacia Nairobi, tu burbuja se rompe. Te quedas allí, jugando con su tarjeta entre tus dedos y te ves rodeada de gente superficial, un móvil que no funciona, un café que no sabe bien y el vacío en el pecho de no estar viviendo por y para quien lo necesita en cualquier rincón de este puto y cruel mundo.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Gravedad...


Esa extraña necesidad de aliviar tu pesar, de compartir tu soledad. De que mi cuerpo sea tu abrigo cuando el corazón se canse de volar a la altura a la que el suyo no vuela contigo. 

domingo, 11 de septiembre de 2011

Cómo olvidarlo... si jamás podré entenderlo.


No había cumplido los once años y estaba frente aquél gran televisor en casa de mi tía, sentada en el suelo. Todo el mundo se quedo en silencio, no daban crédito. Y yo revisaba todas las esquinas de la pantalla buscando algo que me dijera que aquello no era real, que era una película. Pero no, la voz titubeante de Ana Blanco no dejaba dudas. Era real. Un desgraciado accidente. Cambias de canal en busca de certeza, pero no encuentras nada. Entonces vuelve a pasar, otro avión, y un grito ahogado recorrió aquel salón. No quería hablar con nadie, me acurruqué en una esquina y me hice ajena a las conversaciones. Mis retinas captaron durante horas imágenes que nadie habría imaginado. Ni era un accidente, ni el ser humano está hecho para comprender tal atrocidad aunque aquél día se demostró que sí para cometerla, despojándose de todo rastro de humanidad. Dile tú a esa niña que dejara de llorar aquella noche encerrada en el baño mientras maldecía a Dios por toda la gente que había visto lanzarse por las ventanas en su desesperación. Me quedaban muchas cosas por comprender aún, y cada vez que comprendo alguna aparecen otras tantas que se me escapan. Aquél día el mundo se paró, pero no estoy segura de que el hombre aprendiera la lección. Y ese es el peor de los homenajes a las víctimas, porque a ellas y los que las querían una guerra injusta, el dinero y el fanatismo les arrebató la vida, y nosotros, que tuvimos ante nuestros ojos tan barbarie aún no sabemos vivir las nuestras y hacer más fácil la de los demás. Luchar por las personas y no por los ideales. Diez años después esa niña sigue llorando su incomprensión dentro de mí, y no creo que deje de hacerlo nunca.

domingo, 21 de agosto de 2011

VeintiunoDeAgostoDeMilNovecientosNoventaYDos.


Hubo un día, un día en el que conocí a una princesa. Pensaba que sólo estaban en los cuentos. Si todo el mundo sabe que no hay principes azules... ¿por qué esperar que las princesas existan?. Pero allí estaba ella. Inundaba con la sonrisa toda la habitación. No era poca la gente que se movía a su alrededor, ajenos a la excepcionalidad de lo que tenían delante, pero a pesar de ello, no podías eludir que ella estaba allí. El resto se difuminaba. Una melena larga y un flequillo con el que proteger la pureza de sus ojos hacían de aquella muchacha una chica normal, ocultando bajo unos leggins y una blusa el material del que está hecho una princesa. Siempre quise ser una y no pude más que acercarme a escuchar. Fue entonces cuando supe que no lo averiguaría mirando, oyendo o estando cerca. Es algo que está mucho más abajo de la piel, mucho más lejos del alcance de la mano. El secreto de aquella princesa estaba en su corazón, era el más frágil, bonito y bueno que una mujer puede llegar a desear tener. Algo imposible. Las mujeres normales podemos vestirnos de princesas, pero mujeres nos quedamos. Ella era una princesa. Desde entonces doy gracias por tenerla cerca, por poner la mano sobre su pecho y mirar en el fondo de sus ojos cuando soy la peor de las mujeres, o mejor dicho, la más mujer de las mujeres. Porque no hay que ver ni tocar, ni tan siquiera hablar. Sólo hay que sentir, y cuando os encontréis con una princesa lo sabréis. Yo a ella la siento conmigo. La llevo conmigo para encontrar la pureza que los demás no tenemos, la llevo conmigo para cuidarla y mimarla como las princesas de los cuentos. La llevo conmigo, porque mirad si es buena y bonita esta princesa que no tiene un Hada Madrina, tiene dos. Y la quieren por encima de los finales felices, de los personajes de cuento y de los guiones de peliculas. La quieren sólo a ella, sólo por ser ella. Porque yo no quiero príncipes, yo ya tengo a mi princesa. Feliz Cumpleaños Belén Picazo.

Duérmete para despertar.


Quitate la ropa. Túmbate y cierra los ojos, relaja tu cuerpo y deshaz la tensión de tus hombros. Has cargado peso que no era tuyo. La luz está apagada y sólo te acompañan tu esencia y tu conciencia. Respira ligero y suspira desde lo más profundo. No pesáis nada. Estás tranquila, eres tú. No tienes que ser lo que los demás quieren. No finges ni temes. Alguien ha empezado a quererte, y esa eres tú misma. Ahora sueña, vuelves a tener alas y son más bonitas que nunca. Aún amas, pero ya no duele.

viernes, 12 de agosto de 2011

Como nunca antes...

Estoy recuperando un millón de sensaciones que deberían alejarme de ti y no hacen más que conseguir que te tenga más presente. Estoy sola, estoy en mi habitación y estoy frente a un folio en blanco... tres cosas que hace mucho que no experimentaba, que me llevan al pasado, a la que era antes de conocerte, y que no consiguen que te deje atrás. Pero no es sólo eso, a lo largo de esta semana apenas he podido ver que sonrieras al verme, ni siquiera me has acostado con mensajes cariñosos y casi no hemos rozado nuestras manos. Mil historias han llamado a mi puerta prometiéndome mil cosas que no me importa si eran de verdad o no, porque esta misma mano que no has rozado ha cerrado todas ellas con cuatro llaves y las ha tirado al mar.

 ¿Sabes? No creo que seas consciente de lo que despiertas en mí, o quizá no quieras serlo porque yo no despierte en ti lo mismo, a estas alturas importa poco ya porque lo mio no puedo ni quiero evitarlo, soy de esas que prefiere hundirse a quedarse mojada en la orilla con la sensación de no haber vivido. No me pregunto si esto va a pasar de septiembre o si morirá para entonces, creo que tengo un curso entero para llorar por ello y lo tengo asumido, es algo de lo que no pienso ocuparme ahora. Pero hay ciertas cosas que dentro de toda la confusión que también despiertas en mí que tengo muy claras. No me paro a preguntarme si lo que siento por ti o contigo crecerá, si se me irá de las manos o se me caerá el mundo a los pies cuando no te tenga. Sólo quiero que estés cerca hasta entonces y comprobarlo en mí misma, aprender y madurar con lo que dejes en mí quieras seguir a mi lado haciendo que crezca o no. Pídeme que te olvide, y no podré pero lo aceptaré si eso te hace feliz. Pídeme que te quiera y perderás el tiempo, porque ya lo hago. Pero no me pidas que te quiera a medias, porque te quiero sin querer y eso es algo que escapa a mi voluntad, que siempre ha prescindido de ese verbo.


He deseado muchisimas veces ser la chica más normal del mundo, no tener sueños, ni inquietudes y tener una vida estable que ofrecer a quien me pueda llegar a querer. Pero no soy esa chica y pocas veces lo he lamentado tanto como ahora. Sé que no resulto fácil de querer y que probablemente nadie lo hará nunca por todas las complicaciones que ello conlleva. Soy un puñado de huesos adornados por un culo de colombiana que no para, una cría que volvería loco a cualquiera con sus reflexiones en voz alta, sus idas de olla o su manera de comprender o no comprender el mundo. Pero no una chica normal. Sólo me acerco a sentirme así cuando estoy contigo, cuando me miras como si no hubiera ninguna otra capaz de hacerte sentir esas cosas, cuando me tocas como si fuera la más bonita del mundo o cuando me sonríes como si me garantizaras que nunca vas a dejar de hacerlo. Aunque no sea cierto, es el regalo más bonito que me han hecho nunca. Mi futuro está en Madrid, pero ahora estoy aquí y estoy sólo para ti. No me dejes de lado tan pronto, no quieras más al miedo que a todo lo que aún podemos experimentar juntos. Porque si algo he aprendido desde que estoy fuera es que el tiempo puede convertirse en el peor de tus enemigos si no lo comprendes, pero que puede dejarte momentos maravillosos si aprendes a aprovecharlo. No hay nada como estar lejos de lo que quieres para aprender a valorarlo, y ahora sé que cada minuto es importante, que cada detalle cuenta y que cada esfuerzo se ve recompensado. Me da igual la tele, me da igual la rutina, me dan igual todas las complicaciones que el día me calce... si ese día ha merecido la pena es un día que te ha dado el tiempo y no un día más de los que suele robarnos el resto de nuestras vidas. Tú haces que esos días merezcan la pena, y ya lo dice Luis Fonsi, quiero amarte hoy, por si no hay mañana. Me parece justo, déjame ser yo... déjame tirarme cuesta abajo sin frenos, de otro modo me matas. Tú está claro que puedes y podrás vivir sin mí, y yo que ahora mismo no sé hacerlo sin ti, lo más justo sería que me dejaras llevarme esos momentos conmigo. Asumo y firmo en esta carta todos los riesgos que conlleva quererte, pero no me ates... me hago responsable de los daños en mí y prometo evitar los tuyos.

 Dijiste que te gustaba mi voz, y te la di... fue humillante, pero te la di. Mi cuerpo no hay duda que para mi desgracia ya sólo te pertenece a ti y eso sí que se escapa de mis manos. Y siempre quisiste mis palabras y aquí las tienes. Son las que me alejan de ti, escribir así ha hecho que esté en Madrid. Son como tú, odio escribir bien, odio quererte tanto. Pero sois dos de las cosas que dais sentido a mi existencia.


“Para tu tranquilidad me tienes en tus manos, para mi debilidad el único eres tú...”



viernes, 5 de agosto de 2011

Hay que ser más hombre...

Por mis cojones que son las últimas lagrimas, que es la última humillación, que es la última noche que te doy. Por mis cojones. Hay cosas que una ya sabe de antemano pero que se niega a aceptar. Ahora ya sé que no me gusta la persona de la que me he enamorado y que no quiero estar con ella, pero no sé cómo dejarla por la simple razón de que la necesito para respirar. Hay pocas cosas que odie tanto como quererte, porque tú no sabes hacerlo. No sabes que para hacer temblar de placer a una mujer hay que hacerle sentir que es la única para ti. Desde dentro tú no lo ves, pero hay que ser más hombre para amar a una mujer. Para mí, en mí, se acabó. El resto, me da igual, y la sonrisa, la pintaré en el mismo lugar. Entre tu aparente cariño y tu verdadera faz.

jueves, 4 de agosto de 2011

Ma... drid.

‎Aquella niña con cuerpo de mujer era como Madrid, no pasabas tú por ella, ella pasaba por ti. Podías hacerle daño mientras te dejara anidar en su pecho, más del que puedes imaginar, pero jamás te reirías de ella. Hacía siempre lo que sentía, y no todo el mundo tiene huevos para hacer eso. Pero tú, tú eso ya lo sabes. La dejaste un día, la necesitaste todos los siguientes.

viernes, 29 de julio de 2011

El doble filo de la felicidad.

Sólo quería ser feliz, y llorando se ahogó en su barco de papel. No había vuelta de hoja, estaba todo escrito por él. Por mucho que ella intentara borrarlo con sus lagrimas, no cambiaba la realidad, sólo emborronaba el alma y las ganas. Mojaba su hastío en el agua en calma, entregaba su vida y su ser en su cama y apenas le quedaba hueco en el alma para coger un pedazito de ella y reservarla, para cuando ni él ni la vida se dignaran a tratarla. Se negó a quererla y ella se negó a no sentirse querida. Era suya y de nadie, era del mar y del viento, era tanto que no era nada, era todo con él y un despojo tras la farsa. Tanto fue que empezó a ser menos, tanto que sus pulmones se encogieron y en su agonía, sólo podía gritar para sus adentros. Tanto que él no quiso sentir y ella ese lujo jamás se lo pudo volver a permitir.

Aquella anciana mujer se pasó la vida escribiendo a la tristeza, sola y abrazada a un álbum polvoriento y viejo. Más de sesenta años y un océano de lágrimas le costó entender lo que aquella noche, en una lucidez tan tardía como repentina iba a confesarme; "Mírame pequeña, la vida ya se había reído bastante de mí como para que ahora se pudiera permitir el lujo de hacerme daño... no te enamores." Para ella ya era tarde; para mí... también.

lunes, 25 de julio de 2011

Por la boca muere el pez...

Todos somos valientes hasta que llega el día en que dejamos de serlo. Cuando tus manos, tu boca y tu voz dejan de pertenecerte a ti y se las das por completo a alguien cada día es un reto, un dulce reto que atenaza tu cuerpo. Tienes miedo. Yo ya no ser sin ti, y eso me da auténtico pavor. ¿Cómo has conseguido que una persona que siempre ha pisado el suelo deba esforzarse ahora por bajarse de las nubes? Yo sé cómo, hubiera bastado con que no me besaras, con que no me miraras así, con que tu manos no me hubiesen hecho subir al séptimo cielo y con que tu boca no me hubiera hecho creer que tengo derecho a ser feliz. Hubiera bastado con que no te hubiera conocido, pero ya es tarde. Ya es tarde porque ahora que te conozco, no sé querer otra cosa que no empiece en tus labios y termine en tus brazos. Porque no tengo otro hogar que tu cuerpo y otro fin que tu felicidad. Sólo me frenas tú. Sólo me aceleras tú. El resto no cuenta.

sábado, 16 de julio de 2011

Princesa de papel.

"Se aferraba a la sábana como si aquello fuera a darle el afecto que necesitaba. Aquel pequeño somier en el cuarto de servicio se le hacía grande y el colchón de plumas duro. No era cama para una princesa, pero ella no tenía claro si quería seguir siéndolo.  Para qué subir, para qué intentar rozar con la punta de los dedos las pequeñas cosas que de niña anhelaba si la ahoga el temor a perderlo todo. Para qué intentar atrapar una estrella, si cada vez que se pone de puntillas para cogerla alguien le ponía la zancadilla. Allí, en el cuarto de servicio, estaba bien. No había ventanas, asi que no podía soñar con la luna. No entraba el sol, así que no veía como su melena rubia se apagaba con el paso de los días. Las ojeras y el frío envejecía la piel de su rostro hasta hacerla similar a la de su corazón. No confiaba en que nadie la dejara ser feliz, quizá no lo merecía. Quizá había hecho tanto daño aprendiendo a ser mujer que ahora no había nada en el mundo que pudiera reparar el vacío que ella misma se iba creando. Él no tenía derecho. Había sido su amiga y confidente, su hermana  mayor.. y ahora, ahora no era nada, era una cualquiera, porque la lujuria y el alcohol le cegaba. O quizá la que había estado ciega de cariño había sido ella. Quizá aquel dia estaba aprendiendo otra lección, o quizá solo ponia otro pesado lastre a su espalda. No es oro casi nada de lo que reluce apuntó en el resquicio mas triste de su mente. Volvía a sentirse defraudada. Le escocían tanto sus últimas palabras de desprecio que abría el grifo de la bañera y se sumergía en ella para llorar sin que nadie se diese cuenta y limpiarse de tanto reproche. Nunca era tarde para sentirse sucia y gris de nuevo. Sólo había algo que hacía de aquella mañana una mañana diferente, y era pensar que algún rincón de aquella ciudad, alguien pensaba un poquito en ella. Princesa de papel la llamaba su doncella, en cuanto llovía se deshacía como una niña entre sus brazos y se le emborronaban las letras de amor en sus ojos. Un amor que siempre describía pero que jamás supo sentir.

jueves, 9 de junio de 2011

O son do ar.

Nunca la había visto así, jamás había imaginado que la vería moverse con aquella soltura entre las sábanas, las cortinas y los tenues rayos de luz que apaciguaban éstas. Deslizaba los dedos por su cuerpo, jugaba con su pelo y acariciaba la tela envolviendo su desnudez en ella y perdiendo su mágica mirada en la ventana. Luego me miraba, y sonreía al verme allí, pasmado en la cama, sin poder quitar ojo de cada uno de sus gráciles movimientos. Se inclinó sobre la cama y con una sutileza casi celestial la recorrió por encima de mi cuerpo llegando a mi boca, rozándola sin besarla y diciéndome en un susurro: vámonos fuera. Estaba maravillosamente loca; era otoño, estábamos en medio del bosque y la húmedad era un habitante más de aquél lugar, pero sabía que no la haría entrar en razón aunque le explicara cómo era el clima de su tierra. Su locura era el secreto de su belleza. Saltó de la cama con un brinco elegante y grácil y dando pequeños saltitos llegó al perchero y, mientras yo seguía allí sorprendido por la idea de salir fuera de la cabaña, ella cubrió su cuerpo desnudo con un grueso abrigo marrón que le llegaba hasta algo por encima de la rodilla, y sonrió satisfecha por lo que se le acababa de ocurrir. Siempre había querido hacerlo. Sin apenas darme tiempo a reaccionar, cogió otro más rudo, azúl oscuro y me lo lanzó casi a la cara.

Sirviéndose de una melodía inventada en su cabeza, danzó de un lado a otro de la habitación cual espíritu celta disfrazado de muchacha rubia, y se calzó las botas tarareando mientras imprimía velocidad a mis lentos y estupefactos movimientos. Abrió la puerta, dejó que entrara una sorprendente bocanada de aire puro, y jugando con el contraluz de la claridad, se quedó bajo el marco dejando entrever con su silueta y su mirada a dónde debía ir, mientras que con claridad me tendía su mano. Até los cordones y tras envolver su cintura mientras ella sostenía la puerta, volvió a rozar mis labios con su boca, me sonrió con la mirada y cogiéndome de la mano me arrastró hacia el bosque.

Aquella tarde nos dimos calor en los sitios más recónditos de aquel lugar, hilando caricias sobre el colchón de las hojas y el abrigo de los árboles; al volver la noche, junto al hogar de aquella casa, ella hizo que la lumbre pareciera hielo al lado de la calidez que había conseguido darle a mi cuerpo en el frío. Me hubiera quedado allí para siempre, anidando besos en su pelo y dibujando caricias invisibles en su pecho a la sombra del fuego, pero aquello, aquello tan sólo era un sueño.

miércoles, 8 de junio de 2011

Cuando estar no es ser...

No se me caen los anillos, ni se me atraganta el orgullo cuando soy yo misma; cuando me preocupo por quien no se preocupa por mí, ni cuando soy la primera en pedir perdón, en preguntar cómo estás o en sincerarme y decir que te quiero. Ni tan siquiera cuando recibo el bofetón matutino de la vida por haber puesto la mejilla la primera. Volvería a poner la otra. Sólo se me cae la cara de vergüenza cuando hago lo que los demás esperan o prefieren que haga. Es entonces cuando pienso que para no ser yo, mejor no estar.

jueves, 2 de junio de 2011

Olvídate.

Que no. Que no es la misma, no te atrevas a jugar a conocerla. Témela y acertarás, porque ni ella misma sabe por dónde va a salir esta vez, pero puede garantizarte por dónde no va a hacerlo; y ese lugar es por dónde tu quieras. Allí ha sido capaz de lo mejor y de lo peor, ha rozado lo más bajo por momentos pero ha tocado el cielo con la punta de sus dedos... ha sentido en su piel lo que supone elegir, el riesgo de equivocarse y el placer de acertar. Pero sobre todo lleva tatuado por todo su cuerpo besos, caricias y suspiros que ni tú alcanzarías a imaginar; lleva marcadas a fuego en el alma cicatrices, gestos y miradas que no se leen en los libros, que no se dicen con palabras. Así que todas las que a ti te sobran, buscas otra excusa y a ella se las regalas, porque esta princesa allí sola aprendió a no esperar y con ellos a ser esperada.

lunes, 30 de mayo de 2011

Imposible.

Y pasaba el tiempo sin poder contarlo, porque contaba los mil brillos que se reflejaban en tus sonrisas y ahora el reloj arrastra todas sus horas cual cadenas y sus minutos cual pellizcos, a la fuerza, sin sentido. Quedamos en irnos, tú de alma y yo de cuerpo, tú ya estabas ido cuando ella vino y ahora soy yo la que, sin despedirse, ha puesto tierra de por medio y seguido su camino. Te cojo el teléfono, me reconforta oír tu voz y sé que a ti imaginar mis ojos, pero no te equivoques, cuando vuelva todo seguirá como cuando me fui. Cuelga mis besos, marca su número, llama a tu vida, borra de tu agenda la mía.

Qué lejos...

Sabía que podía llegar el día en que te superaras, en el que siguieras siendo capaz de sorprenderme a mí y lo que es más importante, sorprenderte a ti, pero no pensé que fuera a llegar ahora, aquí y entre nosotros, cuando más frío, más oscuro y más frondoso estaba el camino entre este par de idiotas. Que si los silencios en el amor pueden ser maravillosos, en la amistad atentan contra los cimientos y los lazos de seda y plata que unen invisiblemente nuestras muñecas... y la culpa fue de esta idiota que se omnubiló por el futuro, dejando que la niebla humedeciera las hojas llenas de versos que cubrían sus pies aún hoy. Y es que ese fue el problema... te creíste sólo versos, sólo hojas húmedas que se pueden borrar con la brisa, oscurecer con el polvo, desaparecer con la niebla u olvidar con el tiempo, y no, tú eres mucho más que eso. No sabría hacerte ver sin palabras, sin tiempo, sin tocarte... que nuestra locura no tiene fecha de caducidad, que que pasen diez minutos, diez días o diez meses desde la ultima vez que roce tu mano, lea tus versos o responda tus miradas, no quiere decir sino que no mereces menos que lo mismo que das, y no puedo estar a la altura y busco yo también el momento para estarlo. Que si bien sentimos también padecemos, y que si vemos gigantes en los molinos, un cuerdo sería consecuente con ello y los derribaria, un loco, pararía a recitarle sus dudas al molino... loco de su locura. Y así somos tu y yo, y jamás, jamás... te dejes convencer de que tu locura es tal, porque vivirás cuerdo y rodeado de dilemas. Las mejores cartas de amor están escritas por los que no están enamorados, más de una vez lo leí y hace unos meses fui testigo de ello... sin embargo ese amor, tan poético y subjetivo, es más físico y material de lo que imaginamos pues ni se crea ni se destruye. Tú lo llevas dentro, siempre contigo y le das forma y amoldas para compartirlo con los que te rodeamos, y vuelve a ti, que eres su unico dueño, después de trazar de una forma irreal, personal e inolvidable todo lo que te toca. Y eso es lo que no debes perder nunca, porque quieras o no, es lo que yo seguiré sintiendo desde la distancia, incluso, cuando ni tu voz, ni tus palabras ni tus ojos me toquen... desconfía de lo que veas, pero jamás pienses que todo ha sido irreal hasta que lo oigas en mis ojos o lo veas en mi voz.

Gracías por haber hecho mi vida más bohemia cuándo más cercana a la realidad estaba. Que la luna te haga sentir mis venturas y desventuras si mi voz tarda, ella será mi fiel reflejo, fría y sola todas las noches contigo. Pero que la noche sin luna no te asuste ni te aflija. Tan sólo se ha ido parar recuperar su luz de nuevo y volver a ser quien era.

jueves, 26 de mayo de 2011

La amistad mató más que el roce.

Estaba harta. Estaba harta de estar para el mundo y que el mundo no estuviera para ella. Cada vez que él la había necesitado había aparcado sus sentimientos y sus cosas qué hacer, porque su felicidad era importante para ella. No había horarios, ni compromisos, ni tan siquiera prejuicios... eran amigos, y eso estaba por encima de todo. Pero sabía en sus adentros que llegaría el día en que eso se terminaría, y que ese día sería el día en que ella necesitara lo mismo. Jamás recibía lo que daba, en cuanto las cosas volvían a su lugar y ellos recuperaban su felicidad, ella pasaba a un segundo plano. Una palabrita a lo lejos y una palmadita en la espalda bastaría para ayudarla, cuando ella había sacrificado en su cama, mañanas y tardes sus besos, sus brazos y todo su tiempo en hacer lo propio con él. Se había acostumbrado a la fuerza a vivir del calor de invernadero, qué tan pronto como llega se va, y lo único que la mantenía viva era sentirse importante para alguien, aunque sólo fuera unas horas al día. Se había cansado de vivir entre la duda y lo incierto; de esperar a que la necesitaran para poder necesitar. Las riendas de su vida estaban cubiertas de polvo; de apariencia decidida, fuerte y distante, por dentro se moría ligando su felicidad a la de los demás. Sonó un gran estruendo en lo más profundo de su ser los pocos segundos que se cruzaron sus miradas: la admiración y ternura que despertaba en ella con su carita de niño malquerido se había caído desde las alturas, ya no toleraba más verdades a medias, más juegos de manos y palabras. Su amistad con derecho a roce había tocado a su ocaso; nunca funciona cuando es uno sólo el que decide cuándo es amistad, cuándo roce y cuando nada. Aquella noche les había fallado la amistad, el roce importaba ya poco para ambos. Tenías razón cielo, la vida no te ha tratado bien y debes ser egoísta; lo has sido conmigo, y mucho. Eres libre de no creer en nada, pero cuida a la mujer que cree en ti, porque la que amas no lo hace y aquella no va a estar siempre que quieras olvidarte de ello.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Amigo mío.

Que los días venideros no apaguen lo que la ausencia pasada encendió. Aunque para ambos sea engañarse, es lo que nos conviene. Volver al lugar de donde venimos, volver a las personas que mejor nos conocen y que mejor conocimos, y todo ello a pesar de que días atrás habría dado una patada al mundo contigo, para parar el tiempo en tu cama, sin importarme nada. Si cada vez escribo más corto es porque cada vez se hace más pesado el lastre del raciocinio, el que me dice que un tú y yo no tiene sentido, aunque hayamos hecho de Abril el más cómplice de los testigos. De que nada fue en vano, de que nada fue interesado, sólo dos amigos que se fundieron el uno el otro buscando la calidez de más que un abrazo. Sin rencores, como pediste, sin amores, como exigí... pero sí con con la sinceridad de todos y cada uno los besos que con mis labios, mi nariz y mis ojos yo te di.

lunes, 9 de mayo de 2011

Give in to me

Apenas era una cría y mezclaba toda la inocencia y juventud que mi alma pedía a gritos. La juventud que yo había perdido cumpliendo los sueños de otros. Pero no por ello dejaba de ser una gran mujer. Me pedía que la abrazara con fuerza y que al cerrar los ojos pensara en el lugar en el que querría estar en ese momento, luego, sin separar nuestros cuerpos, me susurraba al oído que no importaba cuán lejos de allí estuviera, porque ella iría conmigo. Conseguía que me temblaran las rodillas con cada roce de su nariz en mi cara... Yo más que nadie sabía que irse detrás de alguien por amor era un error, y ella así lo decía siempre, pero decía también que la vida es un cúmulo de casualidades que nosotros elegimos vivir, y que si en algún momento podría arrepentirse de algo sería de todo aquello que no hubiera escogido por amor. No sé si su historia acabó bien o mal, porque yo elegí mal, no me quedé abrazado a ella. Me pidió que no la siguiera, y no hice nada para remediarlo. Hoy sé que los besos y las noches que me dio entonces dieron sentido a lo que no lo tenía, y seguro hoy lo dieran, si pudiera en ella volver a encontrarlo.

jueves, 5 de mayo de 2011

Cuando lloras...

Que corta aquella noche, nuestra última noche. Apenas nos dio tiempo a dormir porque yo tenía que acabar de hacer las maletas. Había estado tan ocupado viéndote pasear desnuda, mirándome por encima del hombro, jugando con tu melena... deslizándote por encima de mí aquella semana que lo que menos me importaba era coger aquél avión. Recuerdo que me dijiste que no me enamorara de ti, y también que no exagerara, que no eras tan bonita como yo decía... que sólo eras bella cuando llorabas. Te dije que aquello era imposible, eras maravillosa. Hasta que me miraste, me diste las gracias por haber sido el único hombre capaz de hacerte sentir querida, y rompiste a llorar... lentamente, tus ojos empezaron a inundarse y a brillar como el cristal vivo, las lágrimas se batían en ellos cual olas en el mar, más azules que nunca. No sé cómo pero tu mirada se hizo mucho más intensa y penetrante, a la par que vulnerable y sincera. Tu  boca dudaba, luchando por decir cosas para las que no tenía palabras. Tú nariz recorrió lentamente la mía, humedecida por tus lágrimas. Y soltaste mi mano. Tenías razón, cuando llorabas eras lo más tristemente bello que mis ojos habían visto nunca. Supe entonces que cuando lloras eres aún más bella porque dejas que tus ojos reflejen el alma que nunca dejas salir de tus labios.Y aun así te extraña, que me haya enamorado.

domingo, 1 de mayo de 2011

Y se paró el tiempo: Caracas.

Tiempo, eso es algo que nunca tenemos. Pero la vida a fin de cuentas consiste en sumar las cosas que superan el paso de este y  restar las que no. Los sentimientos, las amistades, el odio, el amor... todo pervive o perece inexorablemente ante el paso del tiempo. Al igual que estoy segura que yo pereceré pronto en tu corazón y que, aunque con el tiempo me recuerdes, no permaneceré a lo largo del mismo. Pero a veces, el guión es otro. A veces el tiempo te priva de compartirlo con personas que le dan sentido o a veces simplemente el destino trunca la posibilidad de que esto se realice. La maravillosa capacidad del ser humano para decidir, las casualidades si es que estas existen, o el paso cinco minutos antes o cinco minutos después por delante de los ojos de alguien... cualquier ínfima cosa puede hacer que el tiempo fluya por otros derroteros, por otras personas, por otros momentos. Lo queramos o no. Así que no es de locos insinuar que en las propias decisiones hay una mínima parte de arbitrio. Y esta historia era un cúmulo de circunstancias, un cúmulo de mal llamadas casualidades si pensamos que todo ocurre por alguna razón. Si pensamos que la razón por la cuál dos niñas separan sus destinos hasta reencontrarse años después, en la senda de la madurez, con hijos, esposos, alegrías y sinsabores a la espalda es que hay una maravillosa fuerza en el universo que hace que cuando más puedan llegar a necesitarse sus caminos se crucen de nuevo. Sin esperar nada de nadie, esperando únicamente ofrecer todo lo que tienen. Un millón de decisiones después, propias y ajenas, sus vidas vuelven a entrelazarse, y ahora unen no solo las suyas si no el complejo y bello mundo que ambas han hilado con el esmero y el buen hacer de sus dedos. Tanto hastío, tanta soledad, tanta nostalgia... todo vale si la recompensa de la vida es una mano amiga, una mano sentida, una mano vivida. ¿Hay algo más bonito? No, no hay nada más bonito que las historias reales, que las personas de verdad. Me quito el sombrero y os ofrezco mis lágrimas, son de alegría, son de orgullo. Son de gratitud, no por la ayuda que un día podamos brindarnos, que también, si no por el simple hecho de que para mí hoy no ha corrido el tiempo, han pasado por mi retina años que no he vivido, historias que no escuchado y palabras que no he dicho. Y me han entrado unas ganas inmensas de vivir. De reecontrar en mí misma la sangre venezolana que siempre he sentido latir, esa que palpitaba cada vez  mamá me miraba a los ojos ansiando saber del trocito de ella que se dejó allí. Ganas de vencer la impotencia de no poder romper esas fronteras por ella. Ganas de que volviera al lugar dónde nació, con la gente que siempre soñó. A veces uno se plantea si es demasiado tarde para hacer cambios en su vida, para tomar decisiones... para decir las cosas que nunca nos atrevemos a decir o para hacer esa llamada que no nos hemos decido a hacer, pero sólo es tarde cuando no se hace. Siempre hay tiempo para todo, menos para lo que no se hace. Mi tiempo no es oro, si no lo comparto contigo.

domingo, 17 de abril de 2011

Niebla.

"Qué frío. Se había sentado en el rincón de siempre, a unos pocos escalones del suelo y unos cuantos más del cielo, y con la noche, sobre sus hombros, como único abrigo. Desde allí podía ver las calles de su ciudad, y el camino por dónde tantas veces había vuelto a casa cuando vivía allí. Con el primer escalofrío se abrazó a sus piernas y se acurrucó buscando en la madera de aquél banco un calor que no encontraba en ningún sitio. Ni en casa, ni en su cama, ni en sí misma. Un calor que se le quedara dentro.  La niebla iba haciéndose con las pequeñas casas  y los caminos que las unían, y con su cuerpo también. Se maravilló al ver como en apenas un instante la envolvía por completo. Pero no le disgustaba la sensación. A fin de cuentas, la niebla y ella tenían mucho en común. Iban y venían, y a pocos les importaban realmente qué ocurría con ellas a no ser que se vieran solos en la noche o necesitaran esconderse de alguien o de sí mismos. Estaba cansada. La niebla era misteriosamente bonita, y si alguien se preocupara de quererla también por las mañanas la vería convertida en una bocanada de aire fresco, el único antídoto que uno necesita para dejar de tener que esconderse por las noches en su manto. Entonces oyó su nombre, alguien la llamaba. Tocaba volver adentro, al calor de la chimenea donde todos la esperaban. Se sacudió las manos en su pantalón y cogiendo un retazo de niebla en sus manos se pintó la sonrisa. Era lo que los demás esperaban de ella. Una sonrisa con la que distraerlos de sus penas. La tristeza que ella llevaba dentro sólo podía compartirla entre la niebla, donde nadie los viera besarse, donde los besos nunca llegan a la mañana, mueren antes de desenlazar las manos. No hay mañanas hechas para ellas. Sólo noches, solo calor del que desaparece al instante. Bajaba los escalones, con su sonrisa ya puesta, mientras sus ojos lloraban por dentro, se inundaban en culpabilidad. Si a alguien le podía reprochar algo era a sí misma, por quererlos, ninguno se lo había pedido. Así que ahora debía sentarse en la esquina de aquél corredor con la soledad por compañía a ver cómo cada mañana todos siguen sus vidas, como si nada pasara, y sin sitio para ella. La ignorancia y la indiferencia no pueden ser tan malas, pensó, al final del cuento todos optan por vivir con ellas. Maldita niebla. Maldita niña, cómo vas a madurar si vas de juguete roto en juguete roto. Acabarás convirtiendote en uno de ellos. Acarició al perro, y abrió la puerta. Entró en casa y dejó su tristeza en la puerta. La recogería antes de volver a Madrid."

sábado, 16 de abril de 2011

Uno, dos, tres... y ¿cuatro? Olvídate...

"A la mierda. A la mierda la bicicleta. Así se titulaba uno de los libros que más veces había leído de niña, pero eso se quedaba corto en comparación con las ganas que tenía de mandarlo todo a paseo. El pasado, el presente y lo que eso pudiera condicionar el futuro. Se iba a ir todo por el retrete. ¿Para qué pensar en los demás si nadie va a tomarse la molestia de pensar en qué coño puedes sentir tú? No lo has hecho bien, has cometido errores y has acertado en algunas cosas pero siempre, siempre has dado todo de ti, sin importarte que ocurriría al día siguiente contigo, pensando siempre en la persona que estaba a tu lado, ¿y para qué? se preguntaba ella mientras recorría aquella inmensa y gris playa. Para acabar como siempre, sola y jodida. Y como si respondiera a su estado de ánimo, empezó a llover. Pues no, ya bastaba. Tenía demasiadas arrugas en el alma como para dejarse engatusar por el primer hombre de tres al cuarto con mirada felina y ojos oscuros que se cruzara en su camino. Ya sabía a dónde llevababa aquél sendero sin falta de recorrerlo, y él no lo entendía, para él era un simple paseo. Pues para ella no. Para ella era una mierda más en su camino, una pieza de toque por la que no estaba dispuesta a pasar, un riesgo que el cuerpo no le pedía correr. Un fraude, un engaño. Un animal sin carisma, con el que no le apetecía batirse en duelo. Olvídala no es para ti, por mucho que le apures las horas a la madrugada y la sumerjas en la mañana, el sol no enmascara a los cobardes, los delata aún más. Ni la distancia, ni las palabras escogidas con sumo cuidado, ni las verdades a medias, nada, nada enmascara a un cobarde. Pero no debían preocuparse, con ella eran cobardes todos, el problema era que lo fueran consigo mismos... eso tenía más difícil solución"

jueves, 14 de abril de 2011

A jugar se aprende jugando...

Estaba empapado. Intentaba encender el pitillo pero no lo lograba y su desesperación aumentaba. Qué hacía allí, qué coño estaba haciendo con su vida. Lo que hace años tenía sentido, ahora carecía por completo de razón. La había perdido. A ella y a la razón. Pero no era eso lo que le enfadaba, lo que le enfadaba era haberse perdido a él también por ser lo que ella buscaba. Y para qué. Lanzaba el mechero con furia a la acera, y destrozaba el cigarrillo mojado entre sus manos. Quién en su sano juicio piensa que las cosas son para siempre, quién es el estúpido que aún cree que en el mundo en el que vivimos dejarlo todo por seguir a una persona, dejarlo todo por amor... funciona. Los dos habían sido víctimas del éxito, del que tenían por separado. Y allí estaba con poco más de veinte años, treinta euros en la chaqueta, una vida por delante y nada de lo que había planeado. Su vida era como sus vaqueros, ajustada y gris, y sus días como los cuatro cigarros que le quedaban en la mano, todos iguales. Pero algo tenía de diferente aquella noche, uno siempre guarda un mechero en el bolsillo trasero... aquella noche no la iba a pasar a oscuras, alguien la encenderia.

miércoles, 13 de abril de 2011

Dale cinco minutos, ella te lo dará todo...

"Y se aferraba a la almohada, cual niña a su anhelo. Aún no se había acostumbrado al húmedo Londres, pero aún así, dejaba encendido el candil y se introducía desnuda entre las sábanas, bajo aquél majestuoso dosél. Dormía desnuda desde la última vez que él estuvo allí, le gustaba pensar que eran sus manos las que la acariciaban y no las frías sábanas que la señora Dempsey cambiaba cada mañana de aquél melancólico Abril. La muchacha sabía de su dudosa reputación, abandonar la casa de su madre y mudarse sola con su fiel sirvienta a la casa de la familia en Londres a todo el mundo le parecía una chiquillada, pero en ella, en lo más profundo de su ser, todo aquello tenía el mayor de los sentidos, la mayor de las justificaciones: la pequeña se había enamorado. Huía de unas normas sociales que la asfixiaban y de una familia que la reprimía. Y quizá abandonando la finca de Llanerchaeron y dejando Gales consiguiera escapar de aquello y de una vida programada, pero si de algo no podía huir, era de si misma. Se había enamorado de un hombre. De un hombre casado. Y su familia jamás se lo iba a perdonar. Se estremecía al pensar que ya no había marcha atrás, pero eso a su vez la emocionaba. Tenía todas las de perder, iba a ser una amante defenestrada, y tarde o temprano se iba a quedar sola porque por mucha pasión que le uniese al señor Dalton, ellos sólo aman a sus esposas, jamás dejaría nada por ella, y lo sabía. Pero como no tenía miedo a conocerse, asumió sus ganas de sentir, incluso el dolor y apostó su vida a un palpito. Se hallaba en una ciudad inmensa y gris, húmeda y distante, lloraba por las noches su ausencia... pero era feliz, se sentía libre por primera vez en mucho tiempo.

- Mañana me cortaré el pelo -pensó en voz alta mientras la señora Dempsey intentaba que desayunara algo-. Hoy iré al 165 de Raimondtown y pediré trabajo en la pastelería, seré como un gato callejero, o como una muchacha de pueblo. Y me pasaré las noches colgada de la luna, soñando. Yo soñaré con él, y él soñará con poder tenerme sin lograrlo.


-No tientes más a la suerte niña, bastante que tus padres te han dejado quedarte aquí... sabes que si trabajas sería una deshonra más para la familia. Las noticias vuelan cariño, tras estas ventanas hay más gente de la que te imaginas, que ni tan siquiera conoces, que anda tras tus pasos y espera verte cometer errores para tener algo que comer con el té, en lugar de las insípidas pastas que hacen aquí.

La señora Dempsey era como su madre, y siempre le recordaba cuando la muchacha le exponía sus planes, sin éxito alguno claro está, que debería ser ella, pero cuidarse mucho de causarse más problemas de los que la vida ya le daba. Aquella anciana mujer la había criado desde bien niña y había sido testigo en silencio de los amoríos de la chiquilla, había estado a su lado las noches en las que se escapaba para verle, y le había secado las lagrimas las mañanas en las que amanecía sin él. De ninguna manera aprobó aquello al principio, pero su amor hacia Jane era tal que tuvo que acabar aceptando que si su amor por ella le permitía cubrirla, el amor que esta sentía por aquel descuidado y delgaducho caballero era lo suficientemente fuerte como para no cejar en el empeño de vivir su momento. La anciana mujer había vivido algo similar, que dejó pasar, y no se veía capaz de privar a la jovencita de cometer sus propios errores y crear sus propios recuerdos. 

-Cuando muramos, pequeña, sólo recordaremos las cosas buenas, las personas a las que hemos querido y las elecciones que tomamos por nosotros mismos. Sé feliz, pero no des más disgustos a esta pobre mujer, que no gana para canas con tus aventuras... si querías vivir la vida que viven las protagonistas de las novelas que leías cada tarde al sol, he de felicitarte. Las estás viviendo todas."

martes, 12 de abril de 2011

Esbozos...

Por mucho que a las letras las llamemos caracteres, el papel en blanco sea del color que soñemos que sea y las palabras tengan la magia de borrarse a nuestro antojo, escribir sigue siendo algo sin igual, algo que sobrevivirá a todos los cambios a los que este vertiginoso mundo nos somete, ¿la razón? Es lo único que continua saliendo de nuestro interior, es una conversación en voz alta con uno mismo en busca de un rincón en silencio, una via de escape ante el mundanal ruido, ante las opiniones de todo el mundo. Es nuestro Pepito Grillo, nuestro lienzo... el lugar donde esbozar qué hemos sido, qué somos y qué creemos que seremos, todo ello para luego releer, ver que nos habíamos equivocado en casi todo y aprender de uno mismo. Algo que el ser humano no es capaz de llevar a cabo. Las palabras que se escriben de verdad, que se sienten y que salen de dentro, son las únicas que no se lleva el viento, que no caen en saco roto o que no engulle el mundo 2.0. Prometo, y he de ser fiel a esta primera palabra para serlo a algo para variar, no pintar en vano retazos vacíos de emociones y sentimientos, vacíos de contenido y de vida. Prometo que nada de lo que aquí recaiga será ajeno a algún pequeño sentimiento para conmigo, para contigo, para con él o para con el mundo. Internet es frío, e impersonal, pretendo sobrevivir a él dejando aquí todo el calor humano, con sus errores, sus miedos, sus dudas, sus alegrías y sus emociones, que me queda dentro. Esto es sólo una pincelada con la suma de todos los colores y la ausencia de todos ellos, en blanco y negro, para esbozar la mayor de las libertades y la más sincera sonrisa ante la idea de escribir sin reparos sobre lo que revolotee esta inquieta mente y todo aquello que recorra lo que sea que tengamos por dentro, eso que muchos nunca llegan a conocer por miedo: a sí mismos.