domingo, 25 de marzo de 2012

"La verdad que ocultan los titulares" de Robert Fisk


La cobardía de los medios de comunicación occidentales es clave para fabricar un consenso basado en sofismas.

LA VERDAD QUE OCULTAN LOS TITULARES

Robert Fisk para The Independent.
Extracto de la traducción publicada en PÚBLICO / http://www.publico.es/ / (21-11-2009)

Amira Hass no podía estar más en lo cierto cuando dijo el mes pasado que su premio a toda una vida dedicada al periodismo, que acababa de recibir, era un galardón por fracasar. La corresponsal en Cisjordania del periódico israelí Haaretz se explicó con gran elocuencia en el canal inglés de Al Yasira. Había recibido un galardón por fracasar, dijo, porque a pesar de todos los hechos que tanto ella como sus colegas periodistas habían explicado sobre la ocupación israelí en Palestina, el mundo seguía sin comprender qué significaba la ocupación para la que se seguía utilizando palabras como guerra contra el terror. Amira tenía toda la razón. La mayoría de nuestra prensa y televisión occidentales demuestra ser más cobarde que nunca al participar en lo que Noam Chomsky describe como” la fabricación del consenso”.
Una vez que los gobiernos, los editores y la dirección televisiva han decidido cuál será la historia, ya no cabe duda de que el muro israelí se convertirá en una barrera de seguridad o incluso una valla, un dictador árabe pro Occidente en un hombre fuerte y el territorio ocupado por Israel será sólo un territorio disputado. La injusticia pasará a ser genéricamente violencia y la brutalidad se suavizará hasta que la ocupación sea legalizada. Fred Halliday, de la London School of Economics, se refiere en su libro Shocked and Awed a la artillería y los polvorines existentes en el campo de batalla del lenguaje. (…)
En mi opinión, el problema va más allá. No es solo un complejo militar-político-periodístico de la Casa Blanca, el Departamento de Estado, el Pentágono, la CNN, Downing Street, el Ministerio de Defensa y la BBC. Nuestros amos prefieren que no nos metamos con los malos de la película cuando son “los nuestros”. Hace unos años, un reportero de la revista Time en El Cairo llenó su cuaderno de notas con hechos sobre la tortura rutinaria de prisioneros de a manos de la policía egipcia. Pero el embajador estadounidense en El Cairo convenció al jefe de redacción de que no lo sacase, porque tenía entendido que Mubarack iba a “tomar medidas severas” contra dichos abusos. ¡Qué risa! Time no publicó la historia y, claro está, los abusos fueron a más. Poco tiempo después, los carceleros obligaban a los prisioneros egipcios a violarse entre ellos.
Hoy, nada ha cambiado. Las grandes agencias occidentales de prensa con sedes centrales para Oriente Medio en El Cairo se resisten hoy, tanto como hace más de una década, a tocar estas historias. Lo mismo ocurre en ese otro amistoso aliado musulmán nuestro, Turquía. Pero empecemos por El Cairo. Cuando el proceso de paz (¿se acuerdan de aquella frase?) estuvo a punto de dar fruto hace casi 15 años, las grandes agencias de noticias invirtieron millones en nuevas oficinas y personal en la flamante capital de la democracia de Mubarack. ¿Y qué ocurrió? Como de costumbre, el servicio de inteligencia egipcio introdujo a sus propios hombres en las redacciones (o chantajeó a los reporteros egipcios) para que espiasen la producción periodística. Todos los jefes de redacción de El Cairo saben quiénes son sus espías en la ciudad. Pero, por supuesto, no los pueden despedir.
Tampoco pueden difundir las noticias que se supone que sus agencias de noticias nos deberían estar dando. Ante la más leve sospecha de historia anti Mubarack, el Ministerio de Información llama al jefe de redacción correspondiente como una charla. (…) Por eso, casi toda la cobertura fechada en El Cairo de violencia policial en Egipto contiene tan solo informes de protestas emitidas desde Londres por Amnistía o Human Rights Watch, e incluye la necesaria condena egipcia contra los grupos de los derechos humanos. En otras palabras, la inversión realizada en oficinas por estas agencias ha terminado siendo más importante que las noticias para las que se hizo la inversión.
Pasemos ahora a uno de mis favoritos de siempre: Turquía. Ya sabemos todos que el genocidio armenio de 1915 fue un hecho histórico, que los turcos otomanos violaron, acuchillaron, quemaron y mataron a un millón y medio de hombres, mujeres y niños armenios. (…) ¿Y cómo se refieren al genocidio armenio nuestros defensores de la prensa occidental? Aquí tenemos a Reuters el 13 de octubre de este año, hablando de “hostilidad que proviene de las matanzas de armenios por parte de los turcos otomanos en la I Guerra Mundial. Armenia dice que fue un genocidio, mientras que los turcos rechazan dicho término”. Y aquí está Asociated Press el día siguiente: “Armenia y muchos historiadores dicen que los turcos otomnaos perpetraron un genocidio contra los armenios durante el siglo pasado, si bien los turcos niegan dicha acusación”.
¿Se imaginan las protestas si Reuters se refiriese a los masacres de judíos por parte de los alemanes con un equilibrio similar? “Los judíos dicen que fue un genocidio, mientras que los alemanes de derechas y los neonazis rechazan dicho término”. O si AP informara que “Israel y muchos historiadores dicen que los nazis alemanes perpetraron un genocidio contra los judíos durante la II Guerra Mundial, si bien los alemanes de derechas niegan dicho cargo”. Sería un escándalo. (…)
No, Chomsky se equivocaba. No se trata de consenso. Se trata de fabricar la negación social, política e histórica. El lema es familiar y sencillo: ceder siempre ante quienes intimidan.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Y mi otra mitad... él.

Y aquél domingo el Oviedo llevó a Valdebebas el espíritu de un Tartiere que para mí sonaba lejano...

Recién llegada a casa sólo puedo dar las gracias. Porque en tan sólo un día y junto a ti, he recordado por qué me pasaba los fines de semana pegada a la radio con ocho añitos cuando apenas entendía la dimensión de aquél deporte, de aquellos colores, y aquellas palabras. Ni siquiera sabía qué significaba ser carbayón, pero yo sentía que lo era, y me gustaba. Hasta entonces nada me paralizaba durante más de dos segundos, y un gol en el Tartiere colapsaba mis sentidos. Porque recordé también por qué nos picábamos y apostábamos lacasitos en los clásicos. Por qué disfrútabamos tanto. Porque el fútbol iba a ser también la razón para conocer y querer a la que hoy puedo gritar bien alto que es como una hermana para mí. Porque hoy me he vuelto a dar cuenta que el fútbol lo es todo para mí y la razón es simple; no se trata de una pelota, de veintidós jugadores, de innumerables medios de comunicación o de cientos de discusiones en la barra de un bar. El fútbol son grandes y geniales nombres propios, conocidos o maravillosamente desconocidos, que conforman mi vida. Que se convierten en entrenadores de categorias modestas, en periodistas tan humanos como profesionales, en jugadores que son tan puros como su juego o en aficionados enormes de esfuerzos aún mayores. Grandes y geniales nombres propios que se convierten incluso en tus anhelos, en tu mejor amiga, en tu mejor amigo, o que no son otros que tu padre y tu madre, que siempre han estado ahí. Son cientos de gargantas, miles de palmas o millones de miradas puestas en algo común. Y es que es eso lo bonito, es más lo que nos une de lo que nos separa. Y pienso unirme a ti, para toda la vida. El sentimiento que nos une está claro, es azul.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Crecer, al derecho y al revés.

La vida es pura contradicción: error y acierto a la vez. Sabemos que no todo es blanco o negro, que existen los matices, pero cuando queremos a alguien queremos contar con esa persona en todo, incondicionalmente. Odiamos los extremismos pero aborrecemos las medias tintas porque no llevan a nada, porque no nos convencen... Anoche me di cuenta que tenías razón, piensas las cosas la mitad que yo, pero quizá por eso tengas razón, no sé lo que quiero. Sé cómo lo quiero, sé qué siento a cada instante.... pero lo que quiero no lo sé, es algo tan natural y espontáneo que lo voy averiguando a cada paso que voy dando. Lo que doy no son tumbos, son clases prácticas de lo que a otros que escogen no vivir, les van contando.

Asturias

"Allí estabamos las dos, esperando nuestro turno para pagar. Sostenía un pequeño árbol de Navidad similar al que yo, avergonzada, escondía en mis brazos. Se dio cuenta de que me había quedado mirando su pequeño tesoro y le sonreí. Ella, ruborizada y con los ojos como platos, se giró hacia su madre para decirle: ves mamá, no es pronto para poner el árbol... Vi en aquella niña todo lo que ya no sabía ver en mí; aquello que no consigues poniendo un árbol de Navidad en el salón, aquello con lo que me reencuentro cada vez que me subo a ese autobús: un hogar al que volver sin el que no tiene sentido ir detrás de tus sueños."

miércoles, 26 de octubre de 2011

Dividirte en dos...

Cuando piensas que el día va a acabar sin más, bajas a tomar un café al bar... llegas tarde, tu cita ya no está. Sacas tu portátil y un chico se sienta a tu lado. Trabaja para médicos sin fronteras y si al escucharle le miras directamente a los ojos puedes ver toda la penuria, malnutrición, dolor y barbarie que impregna su alma. Avergonzándote de ti misma, buscas esquivarle mirándo tu taza. Ojalá algún día tuviera el valor para decidirme a hacer lo mismo, piensas.. y luego, cuando se despide porque en 4 horas coge un avión hacia Nairobi, tu burbuja se rompe. Te quedas allí, jugando con su tarjeta entre tus dedos y te ves rodeada de gente superficial, un móvil que no funciona, un café que no sabe bien y el vacío en el pecho de no estar viviendo por y para quien lo necesita en cualquier rincón de este puto y cruel mundo.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Gravedad...


Esa extraña necesidad de aliviar tu pesar, de compartir tu soledad. De que mi cuerpo sea tu abrigo cuando el corazón se canse de volar a la altura a la que el suyo no vuela contigo. 

domingo, 11 de septiembre de 2011

Cómo olvidarlo... si jamás podré entenderlo.


No había cumplido los once años y estaba frente aquél gran televisor en casa de mi tía, sentada en el suelo. Todo el mundo se quedo en silencio, no daban crédito. Y yo revisaba todas las esquinas de la pantalla buscando algo que me dijera que aquello no era real, que era una película. Pero no, la voz titubeante de Ana Blanco no dejaba dudas. Era real. Un desgraciado accidente. Cambias de canal en busca de certeza, pero no encuentras nada. Entonces vuelve a pasar, otro avión, y un grito ahogado recorrió aquel salón. No quería hablar con nadie, me acurruqué en una esquina y me hice ajena a las conversaciones. Mis retinas captaron durante horas imágenes que nadie habría imaginado. Ni era un accidente, ni el ser humano está hecho para comprender tal atrocidad aunque aquél día se demostró que sí para cometerla, despojándose de todo rastro de humanidad. Dile tú a esa niña que dejara de llorar aquella noche encerrada en el baño mientras maldecía a Dios por toda la gente que había visto lanzarse por las ventanas en su desesperación. Me quedaban muchas cosas por comprender aún, y cada vez que comprendo alguna aparecen otras tantas que se me escapan. Aquél día el mundo se paró, pero no estoy segura de que el hombre aprendiera la lección. Y ese es el peor de los homenajes a las víctimas, porque a ellas y los que las querían una guerra injusta, el dinero y el fanatismo les arrebató la vida, y nosotros, que tuvimos ante nuestros ojos tan barbarie aún no sabemos vivir las nuestras y hacer más fácil la de los demás. Luchar por las personas y no por los ideales. Diez años después esa niña sigue llorando su incomprensión dentro de mí, y no creo que deje de hacerlo nunca.